La célula es la unidad básica de la vida, fundamental para la estructura y función de todos los organismos. Desde las más simples, como las bacterias, hasta las complejas células que componen los tejidos de plantas y animales, cada célula desempeña un papel crucial en los procesos biológicos.

La división celular es un proceso fundamental en la biología que permite a las células replicarse y multiplicarse, asegurando el crecimiento, desarrollo y reparación de los tejidos en organismos multicelulares. Este proceso es esencial no solo para la reproducción, sino también para el mantenimiento de la salud y la homeostasis de los organismos. 

El ADN (ácido desoxirribonucleico) es la molécula portadora de la información genética en todos los organismos vivos. Su estructura en forma de doble hélice, compuesta por nucleótidos que contienen adenina, timina, citosina y guanina, codifica las instrucciones necesarias para el desarrollo, funcionamiento y reproducción de los seres vivos.

La herencia genética es el proceso mediante el cual los rasgos y características de los organismos se transmiten de una generación a otra a través de los genes. Estos genes, que están formados por segmentos de ADN, contienen la información necesaria para determinar características físicas, como el color de ojos, y también pueden influir en aspectos de la salud y el comportamiento.

La evolución es el proceso mediante el cual las especies cambian y se adaptan a lo largo del tiempo, como resultado de la variación genética y la selección natural. Propuesta por Charles Darwin, la teoría de la evolución sostiene que los organismos con características favorables para su entorno tienen más probabilidades de sobrevivir y reproducirse, transmitiendo esos rasgos a las siguientes generaciones.

El sistema digestivo es el encargado de descomponer los alimentos para extraer los nutrientes necesarios para el funcionamiento del cuerpo, comenzando en la boca y terminando en los intestinos. El sistema respiratorio, por su parte, se encarga del intercambio de gases, permitiendo que el oxígeno ingrese al cuerpo a través de los pulmones y que el dióxido de carbono se expulse.

El sistema circulatorio transporta sangre, oxígeno, nutrientes y desechos a través del cuerpo, utilizando el corazón como bomba central y los vasos sanguíneos como vías de distribución. Este sistema es clave para mantener el equilibrio y la función de los órganos. El sistema excretor, por otro lado, elimina los desechos metabólicos y toxinas, principalmente a través de los riñones, que filtran la sangre y producen orina.

Las biomoléculas orgánicas son compuestos esenciales para la vida y están formadas principalmente por carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno. Se agrupan en cuatro categorías principales: carbohidratos, lípidos, proteínas y ácidos nucleicos. Los carbohidratos proporcionan energía, los lípidos almacenan energía y forman estructuras celulares, las proteínas realizan funciones esenciales como la catálisis enzimática y el transporte, y los ácidos nucleicos, como el ADN y el ARN, almacenan y transmiten la información genética.